

Si en el anterior post hablábamos del proceso de calderería como punto de conexión entre la Torre Eiffel de París y el Museo Guggenheim de Bilbao, hoy nos adentramos en éste último, ya que hemos descubierto que, en algunas de sus obras, guarda materiales muy interesantes para tratar en este blog.
Concretamente en una obra, “La Materia del Tiempo” de Richard Serra (San Francisco, 1939), siete construcciones de gran dimensión dispuestas dentro del espacio. La curiosidad de esta escultura, a parte de su tamaño, reside en el material con la que está construida: el acero corten o autopatinable.
Una aleación metalúrgica a base de cobre, níquel y fósforo. Con una base baja en carbono (< 0,25%), el acero autopatinable posee un sistema de oxidación extraordinario, que recoge unas características que protegen la pieza frente a la corrosión atmosférica sin perder sus propiedades mecánicas. Además de conservar sus características mecánicas, el acero corten resiste a largos tiempos de exposición de humedad y sequedad, ya que la capa de óxido que recubre el material, denominada pátina, está en continua regeneración.
Este proceso provoca en el color del material un cambio relevante a lo largo de los años. Dentro de su periodo de oxidación, que suele durar 10 años, el acero pasa de un gris metálico a un color naranja en menos de 5 – 6 años, hasta que, finalmente, obtiene su color marrón oscuro característico. Una vez terminado este ciclo de oxidación, el material tiene un acabado uniforme, suave y continuo.
Fotografía: Museo Guggenheim de Bilbao
Al tratarse de un acero muy adecuado tanto para exteriores como interiores, está muy demandado en sectores como la arquitectura, la escultura, la decoración, el diseño y la ingeniería; y es que la mayoría de los puentes y edificios cuentan con alguna estructura de corten.
Curiosidades…
Para Richard Serra tratar con este material no es nada nuevo, ya que, mientras se encontraba en la universidad, trabajó como operario en una siderurgia para poder costearse los estudios. De esta forma, se adentró en el mundo de los metales y sus propiedades, pudiendo trasladar este conocimiento a su obra escultórica.
Su metodología de trabajo se basaba en realizar una maqueta a pequeña escala, para que, posteriormente, a través de unos cálculos en el programa CATIA, una fábrica le produjera las piezas en grandes dimensiones.
“Trabajar con el acero no como elemento para construir un paisaje, […] en términos de masa, peso, contrapeso, capacidad de carga, carga concentrada, compresión, fricción y estática, ha estado siempre separado de la historia de la escultura. Sin embargo, ha tenido una aplicación directa en la historia de la arquitectura, la tecnología y la construcción industrial. Es la lógica de las torres, presas, silos, puentes, rascacielos, túneles…”.
Desde el trabajo del espacio, Richard Serra muestra la evolución de la materia en formas escultóricas de gran complejidad, otorgando a sus espectadores una auténtica sensación de movimiento.
Un acercamiento al acero como nunca antes se había hecho en el mundo artístico, posicionándolo en el centro del universo y al alcance de todos.