

Durante las décadas de 1950 y 1980, los físicos americanos Charles H. Townes y Gordon Gould mantuvieron una relación en la cual saltaban chispas. La carrera por ser el primero en sacar las patentes, los proyectos firmados bajo notario y los tribunales, marcaron su historia por adjudicarse la creación del LÁSER, el famoso haz de luz cuya procedencia radica en las siglas (Light Amplification by Simulated Emission of Radiation).
Varios años antes de que este enfrentamiento tuviera lugar, fueron muchos físicos los que intentaron desarrollar una herramienta similar, como el primitivo MASER (Microwave Amplification by Simulated Emission of Radiation), un proyecto presentado por Townes ante la comunidad científica que consistía en un haz de moléculas de amoniaco. Desde su estancia en los Laboratorios Bell, desarrolló todo un trabajo teórico sobre el máser por el cual, años más tarde, recibiría el Nobel de Física.
Pero el verdadero conflicto surgió cuando el físico comenzó a ocupar altos cargos del gobierno. Gracias, en parte, a los fondos estatales y el apoyo de Laboratorios Bell, Townes pudo posicionarse como primer creador del Máser óptico, cuya similitud con el proyecto del físico neoyorkino Gordon Gould dio lugar a las primeras reclamaciones judiciales por parte de este, quien afirmaba que le había robado la idea.
¿Quién se llevó la patente?
Townes, que era más listo, aunque no más inteligente, recurrió al método first-inventor-file, un método por el cual se adjudica la patente al primero que la pague. Un juego legal vigente en la actualidad, por cierto.
Partiendo de esta desventaja, Gould decidió iniciar una lucha en paralelo y comenzó a patentar diferentes proyectos relacionados con el láser. Aunque no fue hasta la década de los 70, cuando le concedieron la patente del amplificador óptico US4053845A, uno de los componentes esenciales del láser.
A partir de este momento, Gould patentó cada objeto nuevo desarrollado, cosa que a la industria del láser no hizo mucha gracia. Una industria que facturaba una media de 400 millones de dólares anuales, con capacidad suficiente para exigir la ralentización de estos procesos y no ceder sus royalties.
El objetivo de la Oficina de Patentes era denegar la concesión de más patentes al físico, aunque finalmente, en 1985, la Corte Federal de Washington les obligó a concedérsela y finalizar esta guerra.
En 2005, Gordon Gould murió con más de sus 50 patentes y con el proceso de investigación sobre el verdadero creador del término láser aún abierto hasta día de hoy.
Fuente: La invención del láser y la guerra de las patentes, Madrimasd.org